martes, 2 de febrero de 2010

Clara

Te llamabas Clara. Pasaron 5 años y ningún día en el que no te haya pensado. Esa tarde en la plaza el sol aparecía de a ratos por detrás de la calesita de la esquina. Vos hacías una pulsera por la que luego averiguaría precios. Si, se puede ser tan detestable como para tener semejante iniciativa. Hablabas con una dulzura que alarmaba. Me parecía que te había conocido una vez en aquel pueblo con mar.
-5, pero llevate este collar también que no te lo cobro- sentí que había algo que no me estabas diciendo.
Te llamé después de tres meses y fui a tu casa. Allá donde terminaba ese tren que pensé interminable.
Un tren, otro, aquel colectivo que se alejaba. Que se acercaba al sol. La ruta era larga, creo que terminaba en Mercedes o algo así. Sentado en el anteúltimo asiento de la derecha pensaba que quizás la locura estaba más cerca de lo que yo mismo pensaba. Le dije al flaco de adelante que me avise en el primer cruce. Me aviso y baje por la puerta de adelante. Pise la tierra y me invadieron unas tremendas ganas de fumarme uno. No lo hice.
Llegaste en bicilceta detrás de unos galpones. Los pibes hacían un fútbol en la plazita que se veía atrás. El sol se empezaba a esconder y yo que empecé a pensar en que me parecía que había visto uno corona arriba de tu cabeza. Viniste parada en la bici. Mirabas tratando de encontrarme. Yo que pensaba que hacía demasiado que alguien no me buscaba. Me encontraste y caminamos por el ripio. Llegamos y decidiste que aún te quemaban las ganas de tocar esa dulce melodía en el violonchelo que jamás había escuchado. Volví a pensar en que quizás empezaba a enloquecer. Me divirtió esa idea. Tocaste algunos segundos y la expresión de tu cara me enamoró. Supe que jamás volvería a conocer alguien que me conmueva. Estas lagrimas que hoy se me caen son el impulso de sentirte tan poco mía.

-que querés tomar?
-mate ¿fumamos?
-después

Traje troncos y me volví a sentir afuera de todo. Me dormí bajo el calor del eucaliptos. Te bese y te admiré sin pausa. Me hablaste de algunas cosas. Discutiste con Dios. Tocaste un redoblante. Armaste una pulsera. Te sentaste enfrente del monitor. Yo nunca te pude ver normal. Eras algo que jamás hubiese podido explicar. Y para colmo en el oeste no había bogas.